Salto al vacío by Rocco Sarto

Salto al vacío by Rocco Sarto

autor:Rocco Sarto
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
publicado: 1983-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO V

Ella estaba debajo de su cuerpo, todavía sonriente, pero la burla había desaparecido de su expresión, tal vez porque Mort no había dejado de abrazaría, porque sentía que aquella hembra bárbara era, de un modo todavía incomprensible, la respuesta a las dudas y la inquietud que le habían embargado desde que pusiera su pie en la ciudad.

—No lo comprendo —dijo con honestidad y ella dejó de sonreír.

—Porque nunca has deseado comprenderlo. Eres un humano, un cazador, un hombre especializado en eliminar a esas criaturas malolientes que viven como menesterosos en La Zona —dijo ella iracunda, y sus ojos bellísimos se encendieron con pasión.

—¿Y tú? ¿Por qué tú eres... normal?

—¿Lo soy?

—No estás enferma.

—No, no lo estoy. Los bárbaros fueron desterrados a La Zona cuando acabó la Primera Civilización y ¿sabes por qué?

—Porque ya no erais humanos.

Esta vez ella sonrió comprensiva, como una maestra bondadosa ante la estupidez de un alumno atolondrado,

—Porque estábamos contaminados, porque La Zona estaba contaminada, porque éramos el ejemplo vivo de la estupidez humana, de los dementes que utilizaron sus armas para acabar con la Primera Civilización... Pero luego, al transcurrir varias generaciones, comenzamos a recuperarnos y nosotros mismos, los malolientes bárbaros, decidimos ofreceros a vosotros, los humanos, el mismo aspecto de siempre. Los enfermos fueron de voluntarios al límite de La Zona para que siguierais considerándonos enfermos, corruptos y salvajes, como bestias, y entretanto, los otros, los que estábamos recuperándonos permanecíamos en lo profundo de La Zona. ¿Lo entiendes?

—¿Es... es imposible! —exclamó Mort, pero no había la menor convicción en su resistencia a creer. Era un modo de defender toda una vida al servicio de la caza de bárbaros.

—Tú sabes que no lo es, y yo soy la prueba. Además... ellos lo saben... y también ese asesino sádico... Avernus.

—¿Avernus?

—El me cogió y me trajo aquí.

—¿Avernus está aquí, en la ciudad?

—Sí.

—No puedo creerlo.

—Sí, lo crees. El hizo una serie de incursiones muy dentro de La Zona y en un principio liquidaba a todos, hasta que descubrió que había bárbaros sanos y entonces concibió un buen plan. Se puso en contacto con tu corrupto gobierno y pactó proporcionarles bárbaros sanos para las casas de salud, para la experimentación científica y para los trabajos más arriesgados, en las centrales de energía. Sois vosotros los malolientes, los corruptos, la civilización acabada.

—Avernus... —repitió Mort.

Ella le miró durante varios minutos, sin agregar una sola palabra, permitiéndole recapacitar y encajar la nueva situación en su cerebro adoctrinado.

Luego preguntó:

—¿Qué piensas hacer conmigo?

Mort no respondió inmediatamente.

—Si decides entregarme prefiero morir. Tú mismo puedes hacerlo.

Ella no revelaba ningún temor, en absoluto. Le miraba fijamente y sus ojos claros parecían dos serenos remansos de ternura.

Y Mort comprendió que la sola idea de su muerte le dolía espantosamente, que aquella mujer bárbara y Tanya pertenecían a la misma estirpe.

—Vosotros asesinasteis a mi mujer —dijo entonces.

—Es posible, pero no seguro —dijo ella con naturalidad.

Mort sintió un arrebato de helada cólera que se apoderaba de su cerebro castigado.

—¡Tanya fue descuartizada viva, maldita sea!

—No niego que algún bárbaro haya podido matarla si ella ingresó en La Zona, pero no pudo descuartizarla.



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